Con el acto de inspirar buscamos nuestro espacio en el espacio. Lo abarcamos, dejamos que cada célula se expanda, crezca y abrace el universo. La inspiración nos llena de energía y hace posible la fortaleza, la voluntad y los ritmos ágiles. Inspirando absorbemos el mundo exterior y mediante su expresión, dentro de nosotros, nos desnudamos a la vida elevándonos hacia el cielo. Si esto se da con toda su amplitud, un âsana expresará a través del cuerpo una dimensión de ACCION, que ejerce una determinada conciencia en todo el organismo globalmente.
Con el acto de espirar deseamos conectar con nuestro espacio interior. Volvemos al origen, permitimos que cada poro de nuestra piel se abandone a la quietud y se rinda a la vida. La espiración nos limpia y hace posible la relajación, la entrega total. Espirando liberamos nuestro mundo interior, creamos el espacio necesario, dentro de nosotros, para que la vida se exprese y nos devuelva a la tierra. Si esto se da con toda su amplitud, un âsana expresará a través del cuerpo una dimensión de serenidad dentro de la ACCION, que impregnará de conciencia no solo el cuerpo sino la mente, dando paso a la unión de todas las partes del Ser.