Todos los profesores de Yoga en muchas ocasiones hemos tenido alumnos que nos han preguntado o que han querido que se atienda a su individualidad. Por ejemplo, un alumno te comenta “Me duele el cuello, tengo lumbago, malas digestiones y estoy durmiendo con mucha inquietud” También se puede dar el caso de que alguien venga reconducido por su terapeuta para que haga Yoga porque tiene ansiedad.
Y comprobamos así que el grupo general no es el adecuado para atender su necesidad e individualidad y, además, no se llega a sentir atendido, porque viene por algo muy concreto.
Entendí que el grupo de Yoga no era el medio adecuado para atender a esas personas individualmente. Por ello, comencé a escucharlos, a proponerles ejercicios de Yoga, técnicas de Yoga adaptadas y de esa manera fuimos viendo como era no tanto el hecho de no hacer ciertas cosas sino la parte proactiva: ¿Qué hacer? ¿O que cambios de hábitos realizar? Para que todo eso se pudiese dar lugar, me di cuenta que lo importante era la relación que se establecía entre el terapeuta y paciente. Además de saber qué problema físico tenía, también es necesario conocer como es su vida, sus hábitos, etc. Y todo ello era lo que me daba la posibilidad de generar una práctica coherente y adaptable a la persona. Enfocar el Yoga de una forma diferente en los temas de salud y profundizar en lo que ya estaba en la tradición, que era un Yoga adaptado y personalizado.
De ahí nació mi inquietud y amor por el Yoga terapéutico. Gracias.
Dialogo de estudio por Víctor Morera a José Antonio